Coda

Me interpelan las estrellas,
las interminables olas,
las cobrizas hojas secas,
el mar y las montañas.

Me estremecen las piedras,
la infinita arena,
la tierra húmeda,
y la menguante y diáfana Luna.

Me conmueven los rayos,
los ojos y las manos,
las mariposas raras,
el otoño y el verano.

Pero más que todo esto,
es la vida la que toca mis profundidades.


Es ella la que agita mis certezas,
la que sacude mi ser,
generando eternidades.

Pablo.

25 abril 2021

noche

¿Eres un Optimista?

¿Cuánto crees que influye lo que piensas sobre cómo luego te va en la vida?

Te invito a hacer el siguiente ejercicio antes de continuar leyendo:

Responde a la pregunta que viene a continuación. Debes hacerlo con lo primero que venga a tu mente. No trates de racionalizarla. Cierra tus ojos por unos segundos y respóndete:

En una escala de 1 al 10. ¿Cuánto creo que mis pensamientos influyen en las cosas que luego me suceden?

Cierra tus ojos unos segundos y busca tu respuesta.

Ahora si, continuamos….

Quiero compartirles un texto del excelente Fredy Kofman y su muy recomendable libro Metamanagement -La nueva con-ciencia de los negocios-. Nos dice Kofman al respecto:

Diferentes explicaciones tienen enormes consecuencias en las vidas de quienes las usan. Los pensamientos afectan las emociones, las conductas y hasta la fisiología de las personas: la forma en que alguien explica su presente e interpreta su pasado, condiciona su futuro. Seligman pre­senta decenas de estudios que prueban que los pesimistas se dan por vencidos con mayor facilidad y caen en la de­presión más a menudo. Por otra parte, a los optimistas les va mucho mejor en la escuela y en la universidad, en el tra­bajo, los deportes, las relaciones sociales y la política; tie­nen mejor salud, menos estrés, viven más tiempo y tienen una mejor calidad de vida. “Nuestros pensamientos no son simplemente reacciones ante los hechos”, dice Seligman, “ellos cambian lo que va a pasar. Si habitualmente cree­mos, como lo hace el pesimista, que ese percance se debe a un fallo nuestro, que el mismo es persistente y deteriorará todo lo que hagamos, salvo que cambiemos nuestra creen­cia, nos ocurrirá más de lo mismo. Nos deprimiremos con facilidad, estaremos siempre por debajo de nuestro poten­cial e incluso enfermaremos con más frecuencia”.

En la raíz de la diferencia entre optimistas y pesimistas está lo que Seligman llama “el estilo explicativo”. El estilo explicativo es una forma automática de pensar sobre las causas de los acontecimientos, una rutina generada por la historia personal y las influencias culturales. Este hábito mental predispone a comprender las experiencias mediante explicaciones generativas o tranquilizantes. Los pesimistas son adictos a los tranquilizantes mentales (y también suelen apoyarse en tranquilizantes químicos). Para preservar su autoestima necesitan verse como víctimas de factores que no pueden controlar. Ciertas características de su personalidad (pereza o antipatía, por ejemplo), aparecen en su discurso como factores exógenos. De esa forma pueden sentirse inocentes, aun en medio de su dolor y fracaso.

Los optimistas se orientan a la acción, viéndose a sí mismos como protagonistas. El optimista funda su autoestima en su capacidad para aprender y responder a los desafíos, utiliza todos sus recursos para perseguir sus objetivos (efectividad) y actúa en armonía con sus valores (integridad). No se resiste a lo inesperado, desconocido e incierto; en lugar de ello, se siente agradecido y ve a esas circunstancias como oportunidades para probar su fibra, su compromiso personal y su voluntad para aprender. Para el optimista, los problemas son siempre oportunidades.

Metamanagement. Fredy Kofman. Tomo 1. Principios. Págs 224 a 225.

No puedo más que coincidir. Soy un convencido de que inclusive ante las mayores restricciones y los contextos más adversos, somos artífices de nuestro destino y libres de elegir el camino. De elegir lo que pensamos y por ende, de elegir hacia donde queremos dirigirnos. No digo que sea simple, sólo digo que es posible. En síntesis, hacer elecciones, a conciencia o desde el desconocimiento, siempre está en nuestras manos.

Hace un tiempo escribí un poema, que de algún modo se relación con las elecciones y los caminos a los que ellas nos llevan.

Se los comparto a continuación: Un Camino Nuevo

UN CAMINO NUEVO

Hace poco empecé un camino:
nuevo, distinto, renovador.
A cada paso, un desafío.
Cada decisión, un reto a mi destino.

No me conforma lo pasado,
quiero forjar mi propio camino.
Soy artífice completo,
protagonista genuino.

No hay máscaras.
Del engaño ya no vivo.
Desde ahora,
soy yo el que elijo.
                        Pablo.
                        Nov 2008

Luego de estas ideas compartidas, si tuvieras que ubicarte en la escala del optimista. ¿Dónde crees que estarías? Y más importante aún: que podrías hacer para subir en esa escala?

¿Te hiciste el TEST de las 3 preguntas?

Antes que nada, estas líneas las escribí para mí, no para vos. Las comparto sólo porque creo que también podrían servirte.

Quizás hayas escuchado esta historia en algún momento. Algunos dicen que es anónima, otros la atribuyen a Sócrates: 

LAS 3 PREGUNTAS

«El joven discípulo de un filósofo sabio llegó a su casa y le dijo:

– Maestro, un amigo tuyo estuvo hablando de ti con malevolencia…..

– ¡Espera! – lo interrumpió el filósofo – ¿ya hiciste pasar por las tres preguntas lo que vas a contarme?

– ¿Las tres preguntas?

– Sí. La primera es la verdad.¿Estás seguro de que lo que quieres decirme es absolutamente cierto?

– No. Lo oí comentar a unos vecinos.

– Al menos lo habrás hecho pasar por la segunda pregunta, que es la bondad. Eso que deseas decirme, ¿es bueno para alguien?.

– No, en realidad no. Al contrario…

– !Ah, vaya! La última pregunta es la necesidad¿Es necesario hacerme saber eso que tanto te inquieta?

– A decir verdad, no.

– Entonces-, dijo el sabio sonriendo:

– Si no sabes si es verdad, no es bueno, y no es necesario, sepultémoslo en el olvido.»

¿Cuántas veces habremos elegido hablar en lugar de callar sin siquiera habernos detenido un instante a preguntarnos que tan verdadero, bueno o provechoso era decir lo que teníamos para decir?

¿Cuánto podríamos haber mejorado nuestras relaciones si hubiéramos revertido estos comentarios por otros más provechosos, generosos y creativos?

Soy un convencido de que sin importar las circunstancias externas, siempre tenemos la última palabra para ejercer nuestra libertad de pensamiento. Con más o menos restricciones, somos definitivamente dueños de lo que elegimos pensar. Nadie puede obligarnos a sentir o pensar de uno u otro modo y allí radica la esencia de nuestra libertad y por ende, de nuestra responsabilidad última.

El camino que elegimos con cada decisión, no es responsabilidad de otros, sino nuestro. Por esto mismo es que somos artífices de nuestros destinos, ya sea que lo elijamos o que dejemos que otros elijan por nosotros.

Entregar al otro la potestad de dominar nuestras emociones, es abandonar nuestra propia esencia. La tentación, lo sé, es muy grande. Por comodidad, por resignación, y otras miles de excusas que nos ponemos a diario. Pero los resultados de elegir uno u otro camino son tan distintos que el esfuerzo vale la pena.

Pensar, decidir, hablar. Cuánto por aprender en este camino!

Saber callar cuándo es más valioso el silencio que lo que estamos por decir es uno de los aprendizajes más valiosos que podemos realizar.

Y vos, y yo: ¿Qué haremos la próxima vez que estemos a punto de decir algo de alguien?

Tu vida, más eficiente.

Te presento a 2 amigos que pueden hacer tu vida más eficiente: Pareto y Parkinson.


En forma simplificada:

>PARETO establece que el 80% de los resultados provienen del 20% del esfuerzo.
https://es.m.wikipedia.org/wiki/Principio_de_Pareto

>PARKINSON estipula que el trabajo se expande hasta llenar el tiempo disponible para que se termine.
https://es.m.wikipedia.org/wiki/Ley_de_Parkinson

Te propongo 2 estrategias para aplicarlos y ganar en eficiencia en tus tareas diarias (profesionales y de otros ámbitos de tu vida):

-Haz un análisis a conciencia de las tareas que llevas a cabo habitualmente y concéntrate realizando sólo aquellas que con alta probabilidad producen el 80% de tus resultados. Te asombrará descubrir el tiempo que ganarás.

-Antes de realizar las tareas que tienes planificadas, establece el tiempo que les dedicarás, siendo más bien escaso que generoso en esa asignación. Ponte un timer y completa la tarea exclusivamente en ese tiempo. El gráfico adjunto te ayudará a comprender mejor como nos manejamos habitualmente para estas situaciones.

¿Te interesa saber más acerca del tema?
2 libros super recomendables:
– Metamanagement – Fred Kofman
– La semana laboral de 4 horas – Timothy Ferris

Muerte no te temo

La muerte no me atemoriza.
Es el vacío lo que me aterra.
Es el desgano lo que me petrifica.
Es el sinsabor el que me paraliza.

Porque la muerte solo mata.
Pero el vacío, el desgano y el sinsabor,
son los que la vida sacan.

El constructor de relatos

Lo que voy a contarles no me enorgullece. Quizás a ustedes pueda generarles curiosidad, o inclusive simpatía, pero lo cierto, es que a mi me aterroriza de una forma siniestra.

Soy un tipo normal. Una persona de a pié. Con un trabajo y una familia ordinarios, como tantos otros millones en todo el mundo.
Sin brillar, me destaco en lo que hago, caigo bien a la gente con la cual interactuo y voy por la vida con espíritu transparente, tratando de dar lo mejor de mí. Como muchos de ustedes, imagino, me enerva la crítica destructiva y el desgano. Protesto contra todo aquello o aquellos que pretenden un mundo mejor pero que con sus actitudes egoístas practican todo lo contrario. Me gusta pensar que elijo sopesando siempre alternativas que analizo cuidadosamente y que me decido siempre por la que considero más justa, más constructiva y la que en definitiva mi conciencia me dicta como la mejor.
No soy infalible, lo sé. Pero en mi intimidad soy honesto conmigo y eso es lo que busco reflejar con mis actos.

Y todo esto….. ¿a qué viene? Se preguntarán ustedes.

Sucede que el ser humano, por su absoluta diversidad y complejidad, suele no ajustarse siempre a parámetros preestablecidos.
Existen miles de estudios realizados sobre nuestros comportamientos y conductas, pero ¿quién de nosotros puede asegurar lo que hará ante determinadas circunstancias en función de su pasado? ¿Quién puede aseverar, con absoluta certeza, que una persona hará tal o cual cosa sólo por pensar que lo conoce bien?
Ninguno de nosotros está exento de la locura.

Somos máquinas imperfectas. Somos robots que la mayoría de las veces actuamos según las órdenes programadas, pero que inesperadamente podemos ser víctimas fatales de cortocircuitos tanto inexplicables como repentinos.

Ésa es mi historia. La historia que voy a relatarles es mi historia.

Luz

Hasta ese día en la sala de espera del consultorio de mi dentista, yo era un tipo normal, como les dije. Pero algo pasó. No me pidan explicaciones porque no las tenía en ese momento y tampoco las tengo ahora.
La pecera solitaria estaba iluminada por un tubo fluorescente. El único pez del acuario era un escalar, o «pez angel». Se movía sigiloso, elegante y señorial en su propio océano. Era el rey de aquel caudal de agua y sólo algunas plantas naturales y el burbujeo constante y adormecedor completaban el paisaje enmarcado entre aquellas paredes vidriadas.
Me acerqué para observarlo y relajar así mi vista y descansar mis pensamientos. Supongo que ésa fue la intención que tuvieron los que hicieron instalar la pecera en aquella monótona sala de angustiosas esperas.
Y en ese momento sucedió.
Mis manos comenzaron solas a moverse, como gobernadas por una conciencia que no me pertenecía. Tomaron la tapa negra del acuario y la levantaron procurando la máxima discreción. Movieron un cuarto de vuelta el tubo fluorescente y la pecera quedó en oscuridad total en forma instantánea. Mis manos colocaron nuevamente la tapa con la precisión de un relojero que cierra una maquinaria recién reparada. Eso fue todo.
Se los repito: no fui yo. Fueron mis manos. No fue mi voluntad. Fue otra conciencia la que gobernó mis actos.
¿Que pretendía haciendo eso? Pregúntenselo a ese otro. De verdad que no tengo pistas para darles.
Sí puedo compartirles una sensación. Algo en mí resonó con el sabor que resuena la victoria de algo conseguido.
Fue el primer episodio.

Golosinas

Me acerqué a comprar algo en el kiosco.
Compre un chocolate y una tira de chicles. Pregunté cuanto era. Busqué el dinero y lo entregué esperando el vuelto. Y otra vez sucedió lo impensado.
Los tres segundos en que el muchacho del kiosco bajó la cabeza para buscar el dinero fueron suficientes para que mis manos tomaran la iniciativa. Me fui del lugar con más golosinas que las que había pagado.
No se confundan por favor. No se trató de un robo. Ese no es el trasfondo del hecho. Fue un engaño. Un engaño a mi historia, a mi certero futuro, a mi propia mente. Algún circuito fue cableado incorrectamente y la electricidad recorrió un camino que no era el diseñado.
De nuevo el sabor del logro conseguido se escurrió por mi paladar generándome deleite.

Hojas

Me encontraba en una librería. Alejado del lugar de la caja y por ende solitario. Hojeaba ciertos libros, sin buscar algo específico, y de pronto, volvió a suceder. Mis manos cobraron vida y con una precisión quirúrgica arrebataron algunas hojas al azar de uno de esos volúmenes. Nada tenía sentido. Simplemente se aseguraban de que fuera algo sutil, imperceptible para el futuro comprador distraído. Me alejé despavorido, aterrado de mis actos, pero saboreando una suerte de victoria.

Podrán pensar que todo esto que les cuento no es más que un conjunto de hechos aislados, pícaros, mínimos y sin mucha trascendencia. Coincido con ustedes. No hay mucho más que eso. No pasa de ser algo curioso. Ahora bien, éste fue solo el principio de una transformación sistemática que no hacía más que ir creciendo en crueldad y en saña, demostrando el poco control que yo tenía sobre esta situación y sobre mi destino.

Semáforo

Me encontraba esperando la señal del semáforo como para avanzar con mi vehículo. Era una esquina cualquiera. Por el espejo retrovisor alcancé a ver un auto que, enceguecido, aceleraba acercándose velozmente a la esquina. Y miré también a una anciana que estaba a punto de cruzar, pero paciente se detuvo para esperar el siguiente cambio de luces. Si bien mis manos estaban aferradas al volante, decidieron hacer la señal de ceder el paso para que aquella mujer cruzara anticipadamente. La invitaban a su propia muerte. Y ella accedió. No fui yo, insisto. Fueron mis manos. Pero tras esto, como en cada ocasión, al tragar saliva disfrutaba lo ocurrido con una sonrisa cómplice.

En vuelo

Pedí un asiento cualquiera porque pensaba dormir durante las 12 horas que duraba el viaje. Me asignaron ventanilla, al lado de la salida de emergencia, por lo que tenía asegurado estirar mis piernas con total comodidad.
Durante el check-in me habían realizado las preguntas de rigor: si iba acompañado de algún menor: no; si sabía hablar español: sí; si tenía algún impedimento físico que pudiera de algún modo obstaculizar tareas de ayuda ante un eventual hecho de emergencia: no, me encuentro en perfectas condiciones de salud, respondí. Ni el del mostrador de la aerolíneas ni yo, sabíamos en aquel momento del desenlace que implicaba esa azarosa selección.
Dormía ya plácidamente. Estábamos, calculo, en pleno descenso, y todo allá afuera debía estar a oscuras, salvo por las luces no tan lejanas de la pista. Dormía, como les dije, profundamente. Dormir durante un vuelo significó siempre para mí una tarea mucho más sencilla que para el común de los mortales.
Y de pronto, lo impensado una vez más. Sin siquiera abrir los ojos, mi mano derecha se levantó, autómata, y se dirigió pausada pero decididamente al encuentro de la enorme manija roja de la ventanilla y la accionó con un solo movimiento, como si se tratara de algo ensayado cientos y cientos de veces. El resto es sencillamente indescriptible. Caos es la palabra que más se le aproxima. 112 muertos.

Relato

Sé lo que piensan. Que enloquecí. Que soy un típico caso de Dr Jekyll y Mr. Hyde personificado. Pero no. Déjenme decirles que esto no es ficción, no es demencia y puede pasarle a cualquiera de ustedes también. Somos presas del mismo destino. Me atemoriza no ser yo mismo o inclusive no saber cuál es mi propio límite.

Soy el fumador que se siente con todo el poder de dejar el hábito en cualquier momento, pero que en el fondo sabe que el que lleva el control absoluto de todo es el tabaco.

El más reciente de estos episodios ocurrió hace algunos instantes. Siento que es mi deber confesarlo. Y qué mejores testigos que ustedes, a quienes he abierto mi corazón y desnudado mis miserias sin guardarme nada.
Hoy, en horas de la noche, mis manos, como si se tratara de seres con alma propia, tomaron mi celular y comenzaron con frenesí, sin pausa, a escribir una historia. Pero no sólo fueron mis manos. En esta ocasión se sumó también mi cerebro y juntos, construyeron un relato, macabro pero íntegramente ficcional, un relato de un hombre común, cuyas manos actúan por si solas, cometiendo las atrocidades más impensadas.
Y al terminar de escribir esa historia, una vez más, en mi boca sentí el dulce sabor de la victoria.

Tu luz interior

«Una Estrella brilla resplandecientemente -PERO- Tu Luz Interior puede brillar aún más».

Camila (10 años)

Cami

Ser quien eres

Hoy Camila nos regala una de sus frases de esas que te dejan pensando:

«NO HAY LÍMITES PARA SER QUIEN ERES»

Camila (10 años)

Un instante en el camino

Me detengo un instante en este viaje
a saborear caminos recorridos,
a beber del arroyo cristalino,
como el peregrino que da vida a su designio.

Vuelvo la mirada atrás y me digo:
«Cuántas dichas, bendiciones, desafíos».
Podré algún día abarcar lo que he aprendido?
Sabré dar gracias por tanto recibido?

Querré pisar de nuevo algún sendero,
tocar alguna rama, volver a ver
algún atardecer desvanecido?

Mirar para adelante es mi destino.
Sin descanso levantarme decidido
y construir mi propio recorrido.

Plantar mis árboles,
trazar mis propios mapas,
pintar de mil colores el cielo
y mis sueños preferidos.

Porque soy protagonista.
Soy hechicero.
Soy la ceniza y soy también el fuego enardecido.
Soy yo mismo.

(escrito en ocasión de mi cumpleaños N° 43)

Se va el 2016

Camila nos acompañó este año con frases y pensamientos.

Hoy nos regala estas ideas para terminar el 2016 con todo y esperar lo mejor para el año que viene.

Por un 2017 con todo.

Aquí va lo que escribió:
«Y para que terminen BIEN ESTE AÑO 2016,

algo especial para ustedes:

1ero Que terminen bien este año

2do que sepan que los quiero mucho pero mucho

3ro que disfruten mucho sin ninguna preocupación ni molestia, con sus amigos y familia

4to Yo: (Camila Ruiz Filei) les deseo lo mejor del mundo para el prox. año

🙂 Espero haber ayudado con mis FRASES y/o oraciones porque a mi me ayudaron mis propias palabras para reflexionar al respecto de ocasiones o pensamientos, así que

Feliz AÑO.«